lunes, 27 de septiembre de 2010

¡Estamos en 50!


Empezar de cero fue complicado, aunque Eurovisión me hizo pensar. Me quedé escuchando Muse y su Exogenesis cuando tuve que andar entre muletas, lo que me hizo sentir extraño. Algunos días parecían ser “El día del tonto”, y me asaltaban pensamientos como: “Estaba yo pensando... ¿Tan difícil es usar las escaleras mecánicas y los paraguas?”

Tuve que tomar una elección para evitar sentirme “Empty”. Y funcionó; pude ver que existía un amplio espectro de colores mientras guardaba la esperanza de mantenerme eternamente joven. Sólo me queda esperar.

Quedé exhausto después de practicar esquí y de redactar no sé cuantos exámenes, esperando poder decir aquello de: “por fin, es domingo”.

Las emociones fluyen entre recuerdos que afloran en mi mente, aunque maldijera a las encimeras, armarios y a un sueco maligno. Todo lo negativo sufrió el exterminio como pena capital, para dejar paso a la primavera y a sus enamorats, roses i llibres, que serían eterns mientras el sol inundaba la ciudad con su claridad. Y después de bailar entre el fino La Ina y el 7up, llegó el estreno más esperado. Una estrella parecía iluminar mi camino.

Poco después llegó el estreñimiento de ideas por intentar mantener un equilibrio complicado. Y como estrellas de neutrones vivimos el verano. Quizás no fue Empuriabrava el mejor comienzo, pero pudimos encontrar la salida del laberinto casi por arte de magia, como si hubiera sido escogido por la suerte. Y como llevado por una exaltación sobredimensionada, seguí a la Estrella polar. La torre de mentiras cayó estrepitosamente mientras la sensación interior era la de haber tomado las elecciones acertadas.

Se ralentizó mi historia, como filtrada por un visor estroboscópico, y parecía no querer continuar con lo que empezó con un Érase una vez... Me sentí como encerrado en el cristal, y mi deseo era escapar de la rutina, para poder quitarme el escudo que me protegía de todo aquello que me rodeaba. Y llegó la evasión, para disfrutar de la vida.

Volví del Edén para encontrarme ante una encrucijada. Ni siquiera Elena y Ezequiel se hubieran puesto de acuerdo sobre qué camino tomar. Cuál equilibrista en la cuerda floja, dar un paso adelante no era tarea fácil. Cada minuto era un regalo, por efímero que fuera. Y aunque acabara exprimido, estar entre biberones fue el mayor regalo de un tiempo para recordar.

Y ya hemos llegado: ¡estamos en 50!


¡Gracias por estar ahí!

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