miércoles, 1 de septiembre de 2010

Edén


Ya he vuelto a Barcelona. Es muy dura la vuelta y el choque con la realidad. La última noche que pasé en la isla escribí algo. Estoy convencido de que podría escribir algo mejor, pero prefiero publicar el texto original porque es más auténtico que lo que pueda escribir ahora.

La vida no es perfecta. Supongo que en la isla se distorsiona la realidad y acabas creyendo el imposible. Será la paz que se contagia en cada recóndito rincón o el espíritu salvaje de la naturaleza manifestándose allá donde vas.

Lo cierto es que toda droga tiene efectos adversos. Si este lugar fuera una droga, su principal virtud sería su capacidad de transmitir tranquilidad al adicto. Su devastador efecto adverso es el desconsuelo que provoca dejar de consumirlo. Sumido en un mundo paralelo al que vivimos, es difícil renunciar a una vida mejor, o al menos a un ritmo de vida menos exigente, y seguir escribiendo las páginas de mi historia.

Aunque la belleza de la isla es embaucadora e irrepetible, no es su única baza. Contemplar el sencillo pero espectacular atardecer, sorprenderse con las salvajes construcciones de la naturaleza y sentir la esencia del Mediterráneo a cada paso son privilegios que no puede pagar el dinero.

Diré que he tenido tiempo para descansar y para reflexionar. He podido detener, por poco tiempo, el frenético ritmo de mi reloj y he visto mi vida desde otra perspectiva. Vuelvo con ideas renovadas, con nuevas experiencias a mis espaldas y con un recuerdo imborrable en mi memoria. Vuelvo con la ilusión de volver a sentir esta explosión de sensaciones inexplicables.

Todo lo bueno tiene un final y a este viaje le llega su momento. A menos de 24 horas de volar hacia Barcelona me cuesta decir adiós a lo que parece el paraíso sobre la Tierra. No quiero despedirme de la calma de un auténtico día de verano bajo el Sol o del escalofrío que me recorre mientras soy testigo de un interminable ocaso. Pero así es la vida. La felicidad son sólo pequeños momentos en los que brillamos con una luz propia que irradia a aquellos que nos rodean. La felicidad es un pequeño momento de perfección.

Lo he vivido Mediterráneamente.


Mar calmado de olas salvajes,
Esencia del Mediterráneo,
Navegante de rumbo errante,
Ocasos y estrellas pintados.
Resurrección de los sentidos,
Corazón libre y calmado.
Armonía de un sueño vivido.

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