sábado, 31 de diciembre de 2011

Entre 2011 y 2012


Vuelve a ser 31 de diciembre y no se me ocurre otra cosa que tirar de recuerdos, como hacemos la gran mayoría. Y es que resumir este 2011 se me hace muy complicado. Son muchos recuerdos, muchas imágenes, muchas frases, muchas risas, muchas emociones y mucho trabajo, mucho esfuerzo, un gran aprendizaje y algún que otro momento menos agradable.

Antes de seguir, también soy consciente del parón del blog, y es que el resto de asuntos que giran a mi alrededor han sido muy exigentes durante este último periodo del año. Después de las 100 primeras entradas, decidí parar para tomar aire y dedicarme a cosas que realmente precisaban de toda mi atención. Pero para 2012 empezaremos lo que será la “2ª temporada” de algo que se convirtió poco a poco en mi diario de bitácora y que me ha permitido compartir todo lo que pensaba y sentía durante este año y pico largo.

El 2011 empezó con unos meses de altura. Y es que disfrutamos de aquello que se ha ido convirtiendo en una pasión y me ha permitido desconectar del mundo que vivía. También conllevó un gran esfuerzo en el terreno laboral: había que abrirse un hueco en un entorno competitivo y buscar mi lugar. Adaptación. ¿Por cierto, recordáis un Carnaval “Dominó”?

El año continuó su metamorfosis silenciosa. Unos meses de locura. Ya en 2010 asomó la locura; pero desde luego fue en 2011 cuando se apoderó de todo. Viví esperando el fin de semana sin saber que me depararía. ¡Pero qué más daba! Y por si fuera poca la locura, llegó el elemento sorpresa: conocí a gente increíble. En sólo unos meses conectamos un grupo de individuos con mucho en común. ¿Será la ciencia tan alucinantemente desequilibrante? La semana Santa de tejados verdes y barro hasta el cuello puso la guinda a un pastel que ya se veía irresistible. Ese sería el momento de descubrir a nuestro ídolo y de abrir la lata de esas risas que te hacen llorar. En mayo llegó la primavera, y con ella una colección de colores vivos y un vuelco de un mundo que, hasta entonces, era un poco más gris.

Siguió girando el planeta con mucho ritmo. Y es que el verano trajo la música. Muchas horas de melodías hipnóticas y de un ambiente único. Sería el descubrimiento de nuevas bandas y de un evento de dimensiones que no imaginábamos. No llevaba el verano las vacaciones de la mano, pero no me importó. Conocí a alguien de muy lejos que me ayudó tantísimo como para darme una energía tremenda para tirar adelante con mi trabajo, como siguen ayudándome tantas otras personas más cercanas. También recuerdo celebrar nuestro éxito académico en las aguas barcelonesas tras unas cuantas horas de fiesta, con desayuno incluido. El verano fue de la Costa Brava: una playa entre la niebla y un castillo iluminado en el mar dieron sabor mediterráneo a una época de calor y de muchas lluvias. Septiembre fue acabando con el calor entre emociones fuertes en la Costa Daurada y una Mercé como fin de fiestas donde conocí a gente con la que me cruzaría poco después.

El último trimestre de 2011 deparaba algunas de las sorpresas más espectaculares del año. Zaragoza puso la sal a un octubre de categoría. Y es que saber a mi edad que soy maño adoptivo tras más de 16 horas de fiesta y unas cuantas manchas de calimocho en la camiseta no era algo fácil de predecir. Después vino una de las fiestas de cumpleaños más especiales que recuerdo, con ansiados reencuentros y un ambiente espectacular. La semana seguiente llegó, después de dos meses de espera, el viaje. ¿Hace falta que diga más? Vale, que nevó mucho. Y vale, esquiamos más bien poco. Pero valió la pena. La semana siguiente, casi sin descanso, el sur me secuestró durante una semana.

¡Que sí, que sí! Ya paro... Esta noche brindaré por todas las personas que han entrado a formar parte de mi vida este año, por todas las personas que siguen girando a mi alrededor y por todos los que han hecho de éste un año especial.

Y a 2012... sólo le pido magia.


¡Feliz 2012!