Éste soy yo

Soy sagitario. La década de los 80 fue testigo del momento en que llegué a este mundo. Ni el frío noviembre ni la maravillosa sanidad pública del momento iban a impedir que mi madre me pariera. O al menos eso asegura ella. Como no salí ni a papá ni a mamá, durante todo este tiempo le he ido intentando sonsacar los detalles de mi adopción, pero entonces me relata, con todo lujo de detalles (innecesarios, por otra parte...) el feliz día de mi nacimiento. “Qué si a mí no me anestesiaron”, “qué si justo cuando asomaba tu cabeza...”

Al ir creciendo me iba dando cuenta de lo cómodo que se estaba en el vientre materno, sin preocupaciones. Aunque bien mirado no estaba tan mal: ser el primero de mi generación me daba ciertas ventajas y satisfacciones. Los abuelos, las tías y mis padres estaban todo el día encima de mí, consintiéndome y haciendo de mi infancia un periodo feliz.

Sin apenas dar tiempo a que se instalaran los años 90, mi hermano quiso destronarme. El final de ese invierno es mi primer recuerdo claro: el hospital, el moisés, unas cuantas flores... y él. Llegó entonces el principio del fin de mi concepción del mundo como algo maravilloso.

Después de múltiples y frustrados intentos de convertirme en una estrella del fútbol (sin el mínimo ápice de éxito, claro está...), de sobrevivir a la novedosísima ESO y de sufrir la mordedura de toda mascota que ha pisado mi casa, decidí estudiar Farmacia. Aún me sigo preguntando por qué escogí esa carrera...

La cuestión es que 5 años después de la gran decisión, me licencié en Farmacia. Siendo estudiante tuve la oportunidad de tachar algunas de las profesiones de la lista “Qué quiero ser de mayor”, entre ellas la de camarero y la de farmacéutico en una farmacia. Bien, al menos parece que poco a poco me acerco al empleo ideal... También viajé por Europa y conocí a un grupo de estudiantes de Farmacia con otras filosofías de vida, de las cuales me empapé. Tanto me empapé que dudo que mis neuronas y hepatocitos puedan llegar a perdonarme algún día por lo que les hice...

Y finalmente, después de unas merecidas (y cortas) vacaciones en la isla que me enamoró en su día, seguí trabajando como profesor. Aunque aquel tiempo cambió por obra del azar, siempre espero un golpe de suerte, algo que cambie mi percepción del mundo en el que vivo.

Ya sabéis que me gusta la música, por eso casi todas las entradas acaban con una canción. Soy bastante crítico con la televisión y con ciertas situaciones cotidianas, por eso de vez en cuando me da por cantar las 40 a quien corresponda. Y el día que viene la inspiración... ¡ese día toca aguantar mis reflexiones, generalmente caóticas!

En fin, que gracias por estar ahí delante. Espero que paséis un buen rato leyendo estas cuatro palabras.