sábado, 18 de diciembre de 2010

Exterior navideño, oscuro interior


El martes pasado me digné a sacar de nuevo los polvorientos adornos navideños y el abeto de elegante plástico verde. Ya iba siendo hora de exponerlos a la luz artificial de la lámpara del comedor después de 11 meses de encierro. Así se cumple esa extraña tradición que manda dejar el año usado y recibir al recién estrenado con más bártulos esparcidos por cada rincón del piso de lo que podría considerarse normal. Evidentemente no faltaron las luces blancas, que desde hace 12 meses sustituyen a sus primas de colores variados. Será que ya no veo la Navidad tan colorida como antes...

Lo más curioso de este asunto es que mientras montaba el abeto de alambre no pensaba en villancicos de zambomba y pandereta, ni en un gordo con barba blanca descuidada vestido de rojo, ni tan siquiera en cajas empapeladas con llamativos lazos. Mi mente había viajado a otro plano: un instinto dexteriano afloró para recordarme que soy humano. O que no soy tan humano como creo... Me recordaba la necesidad casi intrínseca del alma de nutrirse de placer, pero de aquel que se obtiene minando otra alma de la misma especie. Al fin y al cabo, la Selección Natural (famosa teoría de la evolución formulada por Darwin) aboga por la existencia indispensable de la desgracia en el individuo de al lado para beneficiarte del espacio que éste te deja.

No fue culpa mía. El camión de bomberos de juguete, con su mando teledirigido y su sirena ruidosa, encarriló la Oscuridad que se escondía en mi interior hacia la superficie. ¿Por qué no provocarle dolor? Y una vez empezara a brotar, sus neuronas se excitarían transportando una incómoda sensación hiriente, sostenida en el tiempo. Ese es el alimento, el resultado de sus miedos. Y es tan fácil detectar esos signos... Su corazón cada vez late más deprisa, casi incontrolado; la respiración es rápida, superficial, sonora; las pupilas se dilatan; la piel pálida refleja una tenue luz blanca; piloerección, el vello de punta; la digestión pasa a un discreto segundo plano mientras los músculos entran en tensión para huir al más mínimo estímulo. Es una delicatesen digna de la más monumental bakcheia. Por cierto, el miedo también relaja los esfínteres...

¿Qué más da nutrirse de algo así si no tienes nada que perder? La vía constructiva, correcta, protocolaria y honesta no ha funcionado. Ahora toca jugar en el otro lado: algo más oscuro, agresivo e impúdico. Un juego éticamente discutible con pocas normas. Pero que si efectivo, muy placentero. Un duelo de intenciones cruzadas, de movimientos arriesgados y de curvas peligrosas. Sin marcha atrás. Sin descanso. Con la firme convicción de ganar.

Aunque por ahora voy a esperar. Prepararé el tablero y las fichas mientras me hipnotizan los destellos de luces blancas del árbol de Navidad. La estrella plateada que lo encumbra será testigo del baile que comience cuando suene la música. Y los tres Reyes Magos serán quienes traigan los regalos. Y con toda seguridad no serán oro, mirra e incienso...



Canción dedicada a nuestra Oscuridad. Exogenesis: Symphony part 2 (Cross Pollination), Muse:

Rise above the crowds
Wade through toxic clouds
Breach the outer sphere
The edge of all our fears rest with you

We are counting on you,
It's up to you

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