martes, 16 de noviembre de 2010

Encantos de la mañana


Pipipiiiiiiiiii, pipipiiiiiiiiiii, pipipiiiiiiiiiii...

¡Mierda, las 6 y media! ¡Si hace nada que me he ido a dormir! Y un momento después, cuando creías que el límite de la bipolaridad estaba tan lejos, piensas aquello de... Hoy no, por favor... ¡sólo un rato más! Pero, sorprendentemente, hay un tercer cambio de humor: ¡Joder, que tarde! ¡Hay que darse prisa! Y sí, amigos, así son los primeros 15 segundos de cada mañana. Aunque supongo que no soy el único.

Te levantas, abres el armario e intentas también abrir los ojos para saber qué te pondrás hoy. Con un poco de suerte hasta distingues los colores de las 40 camisetas que tienes. Aunque al final se simplifica la cosa: ¡Que le den! ¡Me pongo esto mismo! Muy bien, di que sí: el azul marino, el negro y el verde fosforito forman una perfecta combinación. Hoy has decidido ir elegante al curro.

Ahora toca ir al baño: patada en el estómago al lavarte la cara con las gélidas primeras aguas de la mañana, difícil peinarse mientras cabeceas contra el espejo e imposible ponerse ninguna crema en la cara sin probar su exquisito sabor. Aunque curiosamente, lo primero que hacemos todos al levantarnos es mear... Nota mental: evitar afeitarse por la mañana. La última vez que lo hice me preguntaron en el trabajo si tenía gato en casa...

Vale, el momento más placentero llega ahora: el desayuno. Yo le llamo el desayuno ciclista, por aquello de que lo hago contrarreloj. “¡Tu tiempo empieza YA!” Corre a la cocina, abre el primer armario que pilles y busca algo comestible. Algo que no precise preparación. Hoy he abierto el segundo de mi cocina: he encontrado tomillo, una lata de tomate frito y un bote de palillos. La suerte no está conmigo. Descarto los palillos, son una trampa: el día que me los comí por error tuve una digestión difícil. El tomate no está mal, pero el uso del abrelatas me llevaría demasiado tiempo. La decisión está clara: ¡abre la nevera! Bien, nos hemos centrado. Parece que el yogur será cosa rápida...

Aunque resulta que el segundero no da tregua (¡ni el minutero!). Te quedan 2 minutos para salir de casa. Así que mientras con una mano sujetas el yogur y con la otra la cuchara, abres el cajón y coges las llaves del coche, buscas desesperadamente el móvil (anda... ¡si estaba en el bolsillo!), te aseguras de meter la cartera en el bolsillo, coges la mochila... ¡¡¡Y todo con el yogur en las manos!!!

Orgulloso de tu hazaña, sales por la puerta de casa con la frente bien alta, mirando el reloj y diciéndole desafiante: te he ganado dos segundos... También te acompaña esa sensación de “me estoy dejando algo y no sé qué”. Tranquilo, justo cuando cojas el coche de camino al curro te acordarás. Lo peor es que sabes que cuando tienes esa sensación es porque realmente te dejas algo. Miras hacia abajo: ¡al menos los pantalones los llevo puestos! Y llegas al coche, arrancas el motor y... Y hasta aquí puedo leer. ¡Lo del coche es otra odisea muy larga de contar!


Os dejo un fragmento muy pequeño de Nuestro baile del viernes, de Sidonie (Sí, sé que es martes, pero quizás así veamos el viernes más cerca...).

Son las 6, he dormido mal,
es un día gris.

Tú no estás y no hay café:
es hermoso existir.

7 y 10, alguien escribió en el ascensor:
“El placer se puede comprar pagando con dolor”.

No soy uno más de esos rostros tan comunes.
En el autobús, son las 8 y hoy es lunes.

2 comentarios:

  1. Jajajaja Buenísimo! Me he reído un montón y todo lo que has explicado me suena muchísimo…
    Mierda de despertador…el único consuelo que tenemos es poner una canción animada para despertar…
    El final debe de ser algo asi: llegué al coche y me acordé de lo que se me olvidaba! Caxis...

    Mañana volveremos a empezar!

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  2. Cosas del día a día... Mi despertador suena con una canción que dice: "Let's go!" ¡Si me toca la Quiniela me doy el gustazo de destrozarlo con el martillo!

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