sábado, 3 de julio de 2010

Encontrar la salida


Cuenta la leyenda que Dédalo construyó en Cnosos (Creta) el laberinto más extraordinario que jamás hubo conocido la humanidad. En él estaba encerrado el Minotauro, un ser medio hombre y medio toro que sólo se alimentaba de carne humana. Cada cierto tiempo, un grupo de personas debía entrar al laberinto para ser devorados por el ser antropófago más temible de la época. Evidentemente, nadie conseguía matar al Minotauro, aunque no cesarían en su afán por conseguirlo.

Teseo, hijo del rey Egeo, se propuso acabar con la bestia. El plan, que parece sencillo en un principio, para nada lo era: entrar en el laberinto, encontrar al monstruo, darle muerte y salir vivo de aquel infierno de paredes enrevesadas. Ariadna, enamorada de Teseo, le insistió en que no realizara tal gesta, pero Teseo ya estaba convencido. Ariadna, segura de que el futuro rey no daría ni un paso atrás, decidió ayudarle: le dio un ovillo de hilo que le ayudaría a encontrar la salida del laberinto. No sólo no pereció en el intento Teseo, sino que mató al Minotauro con su espada y se convirtió en el futuro rey.

Minos, rey de Creta, nada contento con la actuación de Teseo, mandó encerrar en el laberinto a Dédalo y a su hijo Ícaro. Dédalo, de cuya mente surgían grandes ideas, consiguió burlar los muros del inescrutable laberinto creando unas alas con cera. Padre e hijo escaparon del laberinto, pero Ícaro no sobreviviría a la evasión por sus ansias de volar cada vez más alto...


Existen muchas formas de escapar de un laberinto. Quizás las alas y el ovillo de hilo son las más clásicas (en el sentido estricto de la palabra), pero hay muchas otras: marcar las encrucijadas, moverse siempre manteniendo la mano derecha (o izquierda) en el muro del laberinto, girar sistemáticamente a la izquierda en cada bifurcación... Aunque es cierto también que muchas veces se necesita ayuda para escapar.

La paciencia es vital: debemos elegir si luchamos por salir o nos dejamos vencer. Si queremos salir, debemos ser conscientes de que costará encontrar el camino correcto. Además el laberinto suele estar lleno de trampas y muchas de ellas son difíciles de superar.

Pero en el laberinto hay que aprender. Cada paso es algo aprendido, cada camino sin salida es una experiencia, cada tropiezo es la oportunidad de volver a levantarse. Y la vida es el laberinto más complejo que jamás pueda llegar a idearse. Citando al escritor Jose Bergamín, "El que sólo busca la salida no entiende el laberinto, y, aunque la encuentre, saldrá sin haberlo entendido".


Os dejo un fragmento de Dark Shines, de Muse.

Dark shines
Bringing me down
Making my heart feel sore
'Cause it's good

Hold your hands
Up to your eyes again
Hide from the scary scenes
Suppress your fears

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