sábado, 11 de junio de 2011

Entonces llegó la ironía


Tiempos difíciles para ciudadanas de bien como la lógica y la inteligencia, que se han resguardado en sus casas para no salir hasta que pase la tormenta. Se ha impuesto la ironía. Una ironía con esbirros tan numerosos como molestos.

Uno de sus más peligrosos lacayos es la idiotez. Vestida de señorita decente, sus argumentos parecen formidables en primera instancia, pero tras ellos la verdad queda disfrazada de payaso de circo. Son muchos los que se dejan embaucar por sus finas palabras sin percatarse de la vacuidad de sus argumentos. Así acaban, cometiendo las estupideces más memorables de su triste existencia o proponiendo las ideas más disparatadas. Sucede finalmente que la idiotez deja a la vista su lengua viperina a la vez que deja en bragas a quién la ha seguido con fervor. Y es que, aunque parezca increíble, son muchos los seguidores de esta señorita de vida alegre.

Luego pasa lo que pasa: se critica a los demás por ser antisociales cuando a ti no hay dios que te aguante; das sorpresas que no dejan a nadie con la boca abierta; propones planes sin tener planes; dices lo primero que se te pasa por la cabeza sin pensarlo antes...


Otra malvada seguidora de la ironía es la soberbia. Se viste con chupa de cuero y su tupé será el único que llegue a las estrellas, como si se tratase de un cartel con luces de neón señalando al triunfo personificado. Cuando posee a los humanos les provoca un trastorno mental que distorsiona la realidad. De manera que se creen en el centro del universo y creen conocer siempre la verdad sin poseer la más mínima cualidad que les haga dignos de ello. Los verás siempre de puntillas, haciéndose visibles para la gran multitud que les sigue con vehemencia.

Luego pasa lo que pasa: creen que todos quieren pasar tiempo con ellos, aunque en realidad sean lo suficientemente aburridos como para dormir hasta al café; te regañan y te miran por encima del hombro hasta que reciben una respuesta que los descoloca; se creen geniales en todos los campos y creen salvar a la humanidad con su presencia pero no se dan cuenta de que no sirven ni para estar escondidos...


Fiel compañera de la ironía es la ignorancia. Pobrecita: no sabe que está haciendo aquí, no sabe adónde va, pero da tanta penita... Que algunos deciden acunarla entre sus brazos. Es tan tierna y da muy pocos problemas, no debes de preocuparte de saber nada de ella, es feliz con el simple vaivén de tus brazos. Sin embargo, es una ilusión. Crees tenerla en tus brazos pero se escurre disimuladamente y empieza a borrar tu mundo. Se adueña de todo cuento puede y deja un vacío blanco por allá por donde pisa. ¡Oh no! El individuo que la tiene entre sus brazos está perdido. ¿A quién seguirá ahora? (los que no acunáis a esta bicha supongo que os hacéis una idea...).

Luego pasa lo que pasa: piensan que este personaje es un crack; no tienen opinión formada sobre un gran abanico de temas; son perezosos mentales...


Y así sucede que la ironía ha decidido hacerse con el poder. Irónicamente, los más tontos suelen tener suerte, al igual que los más perversos. Irónicamente, la ignorancia despunta sobre la inteligencia aún no siendo muy amiga de la lógica. E irónicamente, tú que eres un ciudadano de bien no encajas en esta horda de cerebros carcomidos por el desuso y de movimientos hipnóticos sin destino.


Hoy simplemente comparto unas frases de la canción Boca en la tierra, de Vetusta Morla. ¡Feliz fin de semana!

La antena está abierta esperando una señal,
la señal que no llega a esta sala de espera es una eternidad.

Y el tesoro perfecto lo cubrió la tormenta
con aviones cruzándose en la noche más negra.

Y en mitad del relámpago llegó el mal de altura;
fuimos sed en el aire pero boca en la tierra.

No hay comentarios:

Publicar un comentario