lunes, 23 de agosto de 2010

Escudo


Enrique era un niño feliz.

Dentro de su mundo casi fantasioso la vida le dejaba un agradable sabor a golosina. Tanto era así, que jamás se llegó a plantear si existía algo fuera de su entorno. Cierto es que su temprana edad le ocultaba en parte la realidad, pero su cómoda existencia nunca le reveló que hubiera un "algo más". Así que sus preocupaciones no iban más allá de su propia persona, y su impulso hedonista le absorbía toda su atención. El mundo estaba hecho por y para él.

Todas las noches de agosto, año tras año, se iba a dormir bastante tarde. Sus padres le dejaban jugar hasta la medianoche con sus amigos del vecindario bajo su atenta mirada desde el jardín de su casa, donde se reunían con los padres del resto de niños para charlar animadamente. Lo pasaba genial relacionándose con sus vecinos e inventándose nuevas formas de pasar el tiempo.

En su casa se prohibían los telenoticias y los periódicos. Tampoco se veía la televisión si no era para poner una simpática película de animación o de dibujos animados. Su elitista barrio lo era todo: salir de allí no era una opción. Sus padres le protegían de las adversidades que Enrique no era capaz de imaginar. Tenía la vida resuelta. Su curiosidad dormía plácidamente mientras su mente distraída se entretenía con las banalidades más absurdas que se cruzaban en su camino.

Pero la cuerda se estiró demasiado. Pasaron los años y el tiempo no perdonó, ni siquiera, a la dichosa familia. Enrique se encontraba solo. Sin hermanos y sin familia a la que recurrir. Ya hacía bastantes años que sus amigos de la infancia se habían marchado del barrio y éste parecía completamente distinto a cómo lo recordaba. El óxido de los columpios del jardín y la escasa presencia de flores y plantas ornamentales en las casas del entorno delataban el inexorable paso de los años.

Su salario no era suficiente para hacerse cargo de tantos gastos como le reportaba su hogar. El nuevo empleo que consiguió en aquella empresa no le satisfacía en absoluto, ni en lo económico ni en lo profesional. claro que su formación era casi inexistente: nunca le había preocupado esa minucia...

Quedó exiliado a uno de las peores zonas del extrarradio, sobreviviendo a una situación personal alejada de su futuro soñado. No entendía que el engranaje que movía al mundo lo hiciera en sentido contrario. Su actitud despreocupada y la trivialidad que mostraba ante la vida le pasó factura. Pero ya era tarde. Estaba condenado a vivir bajo la percepción de un mundo desalmado y cruel. El reloj jamás detuvo el minutero y sin darse cuenta se sumió en su peor pesadilla. El mundo le tragó. Quizás le faltó valorar lo que tenía. Se percató de que el tiempo pone a cada uno en su lugar.

Enrique jamás fue un hombre feliz.


Quedan unas pocas horas para la Evasión.


Un pequeño fragmento de If I never see your fece again, de Maroon 5:

'Cause you keep me coming back for more
And I feel a little better than I did before
If I never see your face again
I don't mind

'Cause we gone much further than I thought we'd get...

No hay comentarios:

Publicar un comentario